
Constantemente servicial con sus hermanos en el diaconado y fiel a su arzobispo, llevó a cabo su misión y ministerio sacerdotal siempre solícito a las necesidades de la grey que le fue encomendada. Apreciado y amado por todos porque vivió su vocación como instrumento de Cristo para el servicio de los hombres.
Ya «a punto de Cielo», cuando era proclamado el Evangelio de la resurrección de Lázaro, él vivía su pascua; todos apenados y profundamente conmovidos llorábamos mientras se nos agolpaban recuerdos, tantos y tan buenos…desde su entrada como nuevo párroco en 2004, las actividades ordinarias y extraordinarias…la JMF 2006, los Días en la Diócesis 2011, el 75 aniversario de la erección del templo, sus bodas de oro sacerdotales…
Sus ojos se cerraron en la soledad -impuesta por la alerta sanitaria- de la cama del hospital, la misma soledad con la que tantas veces, después de la última misa dominical, cerraba las puertas de la iglesia.
¡Sacerdote de Cristo para la Iglesia, descansa en paz y ruega por nosotros ahora que estás ya en el regazo de María!