
HIMNO
Cuando vuelto hacia ti de mi pecado, iba pensando en confesar sincero, el dolor desgarrado y verdadero del delito de haberte abandonado; Cuando pobre volvíme a ti humillado, me ofrecí como inmundo pordiosero; cuando, temiendo tu mirar severo, bajé los ojos, me sentí abrazado. Sentí mis labios por tu amor sellados, y ahogarse entre tus lágrimas divinas la triste confesión de mis pecados. Llenóse el alma en luces matutinas y, viendo ya mis males perdonados, quise para mi frente tus espinas. Amén.
Escuchad este par de minutos con las sencillas reflexiones que nos deja Miguel Ángel Irigaray de por qué debemos confesarnos.